jueves, 3 de diciembre de 2009

Antiguas leyendas de la mitologia griega




La Ilíada no cuenta la historia de la guerra de Troya (ciudad también conocida como Ilión), sino sólo una pequeña parte, ocurrida durante el décimo y último año de la misma. No se narran los antecedentes de la guerra ni tampoco la caída de Troya. Toda la historia gira en torno a la figura de Aquiles, el más grande de los guerreros aqueos, y concretamente a su ira, primero dirigida contra el Atrida Agamenón, el más importante de los reyes aqueos aliados contra Troya, y después contra el héroe troyano Héctor.Lo que voy a contar sobre el argumento no es realmente un spoiler, ya que no es más que el destino y la voluntad de los dioses, anunciados desde el inicio de la narración (aparte de es todo el mundo lo conoce ya, probablemente).La historia comienza con una epidemia enviada por el dios Apolo que diezma las filas aqueas. Aquiles convoca a los aqueos y reclama al adivino Calcante Testórida que revele las causas del enfado de Apolo. Calcante revela que Apolo está irritado contra Agamenón por haber rechazado ignominiosamente a su sacerdote Crises, que deseaba rescatar a su hija, hecha prisionera en la guerra y entregada a Agamenón como parte de su botín. Aquiles le reclama entonces que devuelva a la muchacha. Agamenón, sintiéndose insultado, accede, pero a cambio arrebata a Aquiles su propio botín de guerra: la esclava Briseida, que le había sido concedida como premio a su valor.El primer impulso del airado Aquiles es matar al rey Agamenón por esta humillación, pero los dioses le refrenan y se contenta con negarse a luchar, esperando que sin su concurso los aqueos sean derrotados y tengan que venir a rogarle.A partir de ahí los aqueos, a pesar de los numerosos héroes legendarios que combaten en su bando, comienzan a sufrir reveses. Los troyanos, liderados por Héctor, el más grande de sus héroes, los derrotan y los empujan hasta la playa, donde se encuentran las naves en las que llegaron los aqueos. Las hubieran quemado, de no enviar Aquiles a sus hombres en el último momento para unirse a la lucha, ya que tampoco a él le conviene la destrucción de las naves.Es el destino -y la voluntad de los dioses- que Héctor mate a Patroclo, amigo de la infancia de Aquiles y posiblemente su amante. Aquiles, embargado por el dolor y la ira, se reconcilia con Agamenón y vuelve a la lucha, implacable y decidido a acabar con Héctor y desecrar su cadaver.La Ilíada, aunque sea traducida en prosa, es en realidad un poema épico. No se sabe si Homero existió realmente, pero en cualquier caso gran parte del poema se originó siglos antes de que fuera puesto por escrito y fue transmitido de forma oral. Esto es importante, porque para disfrutar de la Ilíada es necesario imbuirse de su ritmo y disfrutar de su estilo narrativo, arcaico y hermoso. En caso contrario puede parecer árida y desconcertante en algunos momentos, como cuando insiste en rememorar los orígenes y antepasados de cada guerrero que va perdiendo la vida, o cuando al final del segundo canto enumera los reyes y héroes que integran las filas aqueas. También ocurre así con los extensos símiles empleados, muchas veces casi idénticos unos a otros, y los epítetos (de hermosas grebas, de broncínea coraza, de níveos brazos...) con que siempre se acompaña el nombre de los personajes.La violencia de la guerra se muestra de forma extremadamente gráfica. El poeta no evita describir el modo en que los intestinos se derraman o la materia cerebral fluye como resultado de las heridas. Los guerreros vencidos suplican clemencia, que muy rara vez es concedida. Hay heroísmo pero también cobardía. Incluso los más grandes héroes sienten miedo y se retiran en ocasiones. Sólo Aquiles parece invulnerable, una auténtica máquina de matar gobernada por fuertes pasiones. Pero también él, se nos revela, está destinado a perecer ante la bien murada Ilión.Los personajes no son especialmente simpáticos, al menos no para el lector moderno. Aquiles es el más grande de los guerreros. Incluso Héctor no puede ni siquiera comparársele. Sin embargo es orgulloso y testarudo, capaz de grandes atrocidades y poco dado a la piedad. Su gloria personal es lo más importante para él. Su amor por Patroclo y la compasión de la que hace gala justo al final de la Ilíada sólo le redimen en parte.Agamenón, rey de Micenas y hermano de Menelao, es el más importante de los líderes aqueos. Está totalmente dedicado a la causa de la destrucción de Troya pero su arrogancia y prepotencia entorpecen también su labor.Únicamente Héctor muestra consistentemente rasgos de personalidad dignos de empatía, como su amor por su esposa Andrómaca y su hijo recién nacido y su determinación de defender su ciudad. Sin embargo comete algunos errores importantes de juicio, como cuando decide atacar las naves aqueas desoyendo los consejos de sus consejeros más prudentes. También tiene momentos de cobardía, como cuando rehúye el combate contra el gran Ajax Telemonio, o cuando escapa de Aquiles hasta que su enfrentamiento final se hace inevitable.Otro aspecto a resaltar es el papel central que juegan los dioses. ¡Vaya tropa! Los dioses griegos están más plagados de pasiones irracionales y mezquindades que los propios mortales. Intervienen en la guerra de forma constante, aconsejando a unos y otros, salvando a guerreros a los que favorecen y combatiendo -y siendo heridos- ellos mismos. Hera y Atenea sienten un enorme odio por los troyanos, y están decididas a causar su destrucción, ayudados por Poseidón. En cambio, Apolo, Ares y Afrodita favorecen a los troyanos y a sus aliados. Zeus, rey de los dioses, mantiene una posición algo más neutral, aunque los grandes acontecimientos son consecuencia de su voluntad. Constantemente está amenazando e intimidando al resto de los dioses para que no intervengan, aunque esto no impide que Hera, su propia esposa, intrigue a sus espaldas.La historia está claramente contada más desde el lado aqueo, pero el narrador se limita a explicar lo que ocurre y no toma partido abiertamente. Sin embargo está claro que el poema es una celebración de la guerra. Los personajes admirables son todos grandes guerreros, y los despreciables son cobardes y débiles en la batalla, como Paris, el hermano de Héctor cuya fuga con Helena dio origen a la guerra. A pesar de ellos, no deja de mostrarse el dolor y las consecuencias deplorables que trae la lucha, pero todo es presentado como inevitable y producto de la voluntad de los dioses, más que de los humanos.

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